En junio de 1975, Pink Floyd estaba completando el que se convertiría en uno de sus álbumes más icónicos, Wish You Were Here, cuyas grabaciones comenzaron en enero de aquel año. Mucha de la letra de las piezas del álbum, especialmente la canción del título y “Shine On You Crazy Diamond”, hacen referencia a la corta carrera del fundador y primer guitarrista y vocalista del grupo, Syd Barrett. El 5 de junio, mientras se terminaba de mezclar “Shine On You Crazy Diamond”, Barrett se presentó en los estudios Abbey Road sin avisar. David Gilmour, Roger Waters, Nick Mason y Richard Wright no lo habían visto por un par de años; la última vez que lo habían visto, aunque su drogadicción era más que evidente, Barrett aun lucía su pelo largo característico y no se veía especialmente mal físicamente. Ahora, a pesar de tener solo 29 años, Barrett había ganado una gran cantidad de peso y se había rapado el pelo y las cejas por completo. Su aspecto era tan no característico que sus excompañeros no parecieron reconocerlo en un inicio. La bizarra naturaleza de este encuentro aumentó un poco más después de que Barrett se lavara los dientes reiteradas veces en el estudio. El aparentemente insano fundador de Pink Floyd no pareció impresionarse por la música interpretada aquel día. Tras el fin de la sesión de estudio, Barrett asistió la boda de Gilmour junto a los demás miembros de la banda, pero se fue muy temprano sin despedirse de nadie. Durante los siguientes 30 años, solamente volvería a ver un encuentro entre un miembro de Pink Floyd y su fundador; Waters se le encontraría en Harrods en una ocasión, pero al notar su presencia, Barrett rápidamente escapó antes de saludarlo. Aunque el hombre culpable por la existencia de Pink Floyd ya no era su miembro y el grupo apenas comenzaba a tener éxito comercial, su presencia e influencia siempre se sintió en su música. Tras su muerte, David Gilmour declaró: “Encuentren tiempo para tocar algunas de las canciones de Syd y recordarlo como el genio loco que nos hizo sonreír con sus canciones maravillosamente excéntricas sobre bicicletas, gnomos y espantapájaros. Su carrera fue dolorosamente corta, pero conmovió a más personas de las que jamás pudo conocer.”
Roger Keith Barret nació el 6 de enero de 1946 en la ciudad de Cambridge en Inglaterra. Tras comenzar a experimentar con instrumentos de cuerda y el piano, Barret conseguiría su primera guitarra eléctrica a los 15 años. Su pasión por la música fue más que evidente desde su temprana edad, aunque era igualmente apasionado por las artes visuales y la literatura. Sus compañeros de clase lo apodaron “Syd”, que era el nombre de un músico local de jazz. Su gusto por el rock comenzó con el ascenso a la fama de las dos bandas más representativas del Reino Unido en la época, los Beatles y los Rolling Stones. Bob Dylan también fue una fuerte influencia en el joven Barrett. Su padre murió cuando él tenía solo 15 años y los estudios de sus hermanos mayores lo dejaron viviendo solo con su madre. Barrett se trasladaría a Londres para estudiar pintura en 1964. Después de que se uniera a un grupo que era conocido por entonces como Tea Set, él mismo los rebautizó con el nombre que los haría famosos. Conformados por el tecladista Richard Wright, el baterista Nick Mason y el bajista y vocalista Roger Waters, Pink Floyd, liderados por Barrett en la guitarra y como vocalista, grabó sus primeros demos en 1965. Las drogas psicodélicas, especialmente el LSD, estuvieron muy presentes en la tumultuosa historia de la banda, sobretodo en Barrett, quien llegó a intentar (y fallar) unirse a una secta sij. Su creciente drogadicción influyó en el sonido temprano de sus composiciones tanto como sus lecturas de novelas fantásticas, cuentos de hadas y de historia antropológica. La cómica y surreal “Bike” fue una de las primeras canciones que compuso el nativo de Cambridge durante aquellos tempranos meses. La banda ganaría más fama gracias a sus conciertos en el popular club UFO, uno de los más notables de la escena underground Londinense. Ahora bajo contrato con EMI, el grupo se preparó para grabar su primer disco. Antes de su grabación, se lanzarían dos singles: “Arnold Layne” y “See Emily Play”, ambos futuros clásicos y éxitos en el Reino Unido, aunque su sonido de mayor sensibilidad pop psicodélica y extrañas narrativas y personajes los harían casi irreconocibles al lado de la música posterior del grupo.
El grupo llegó a los estudios Abbey Road en Londres en febrero de 1967 para comenzar a grabar en el que se convertiría en su álbum debut y el epítome de la habilidad musical de Barrett, The Piper at the Gates of Dawn. Antes de que el disco se consolidara como un indispensable clásico de la era dorada de la psicodelia, este solo era una colección de piezas originadas de los lugares más profundos de la excéntrica y ocurrente imaginación de Syd. 8 de las 11 canciones de este primer álbum fueran escritas solitariamente por Barrett, mientras dos dan crédito a todos los miembros del grupo y una a Waters. “Lucifer Sam”, “Flaming”, “The Gnome” y “The Scarecrow” son todas muy representativas de la música temprana de Pink Floyd y de la psicodelia británica en la época. Pero hay tres canciones de aquel disco que dejaron la mayor huella en la historia del rock y la música popular. “Astronomy Domine” abre el debut, pero más que ser una pieza introductoria al mundo de la banda, es una declaración musical de lo más excelente y hermosamente idiosincrático y tan bizarro como es sensible. La canción es una de las favoritas de los fans y su temática de ciencia ficción también cautivó a decenas de jóvenes y lo seguiría haciendo por décadas. “Interstellar Overdrive” es la más pesada, larga y experimental del disco, pero cuando el genio destilado de Syd Barrett actúa en su forma más directa y sin compromisos, su pretensión y arrogancia son inexistentes; aunque dura casi diez minutos y es completamente instrumental, esta canción es también una de las más famosas y notables composiciones de los primeros años de la banda inglesa. “Bike” fue una de las primeras canciones escritas por Barrett que fueron posteriormente lanzadas por la banda. Esta es, aún más de 50 años después de su publicación, una de las piezas más extrañas y fascinantes de toda la discografía de Pink Floyd. Esta cuenta con letra disparatada, una melodía simple y repetitiva y una última sección de música concreta compuesta de sonidos de campanas, relojes y gongs, cerrando la magnum opus de Barrett en grande.
Tras el inesperado éxito comercial y abrumadoras presentaciones americanas, la salud y el estado mental de Barrett empeoraron gravemente. Para principios de 1968, se había convertido en alguien altamente impredecible e inestable. Sus salvajemente excesivos encuentros con el LSD le causaron alucinaciones, depresión, drásticos cambios de ánimo, problemas para expresarse verbalmente, catatonia y lapsos de memoria; se especula desde hace décadas que podría haber sufrido de esquizofrenia no diagnosticada. El guitarrista David Gilmour, quien conocía a Barrett de su tiempo como estudiante y también se había hecho amigo de los demás miembros del grupo, llegó a finales de 1967 para convertir a Pink Floyd en un quinteto. Poco después fue más que evidente que Barrett era poco confiable y no apto para hacer apariciones en público. Primero se pensó en dejarlo como un miembro que solo trabajaría en el estudio, pero esto causó a la larga, que él dejara el grupo permanentemente. En el segundo álbum del grupo, A Saucerful of Secrets, Barrett solo tocaría en tres canciones, escribiendo una de ellas, “Jugband Blues”. Tras dejar la banda, Barrett publicaría dos álbumes en solitario con EMI, The Madcap Laughs y Barrett, producidos en parte por Gilmour y Waters respectivamente; ambos discos llegaron en 1970 y tuvieron grabaciones caóticas, aunque Barrett contó con músicos de primer nivel para respardarlo. “Octopus”, “Terrapin”, “Baby Lemonade” y “Love You” son sus canciones más populares y de sus más reproducidas en la actualidad. Tocaría en vivo una vez más, ahora ya en solitario, en febrero de 1970.
Durante los últimos años de su vida (que en su caso se consideran como tres décadas), Barrett dejó atrás la música y la vida pública, viviendo con su madre y posteriormente su hermana tras regresar a Cambridge. Seguiría pintando y escribiendo y también desarrollaría una gran pasión por la decoración de interiores y la jardinería. Seguiría de igual manera siendo aficionado de la historia del mundo y el arte. Sus antiguos compañeros de Pink Floyd también siguieron mandándole parte de sus ganancias hasta su muerte, aunque no se sabe que tan consciente estaba sobre el éxito del grupo. En los años subsecuentes, dejó de usar su apodo, “Syd”, dejando atrás de forma definitiva su corta pero influyente carrera. Murió en 2006 de cáncer de páncreas, llevando a luto a numerosos músicos británicos que fueron sus colegas o fanáticos. Aunque actualmente el nombre “Syd Barrett” no es el primero que se viene a la mente cuando se piensa en Pink Floyd, su legado en el mundo del rock, su genialidad como guitarrista, su humorística e ingeniosa habilidad lírica y su don para la composición nunca serán olvidadas ni dejarán de ser instrumentales en la música de Pink Floyd. Sin Syd Barrett, el mundo del rock como lo conocemos hoy simplemente no sería el mismo.
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